EL CORREO – Luis López – 18 de febrero de 2021 

Un proyecto piloto explora en Otxarkoaga el sistema que pretende sustituir al asfalto para evitar el efecto «isla de calor» en las ciudades y reutilizar el agua de lluvia

 

En la última Cumbre del Clima, celebrada en Madrid hace poco más de un año, se habló mucho de los riesgos que tienen los espacios urbanos tan artificiales que tenemos. Son, esencialmente, una masa de cemento y hormigón. ¿Qué tiene eso de malo? Por ejemplo, que en el asfalto y en las superficies de los edificios se concentra el calor del sol. Tanto que distintos estudios reflejan diferencias de temperatura de hasta seis grados entre zonas céntricas y parques. Incluso a medianoche. Es lo que se conoce como «islas de calor». Además, al ser las superficies impermeables, el agua de lluvia no impregna el terreno aliviando la calorina después, sino que acaba en las alcantarillas, desperdiciada. Encima, mezclada con fecales y sin darle el uso que podría tener un líquido esencialmente limpio. 

Por eso el reto que tienen las ciudades ahora es poner coto al asfalto y al hormigón. «La renaturalización de espacios urbanos artificializados», dice Xabier Arruza, coordinador de Bilbao Urban & Cities Design, una asociación y laboratorio de ideas sobre estrategias urbanas. ¿Cómo avanzar en esa dirección? Una de las opciones es cambiar la «piel», es decir, la capa más superficial de las ciudades. Frente a carreteras y aceras grises y duras, buscar alternativas más próximas al mundo natural. 

Es lo que está mostrando en Otxarkoaga, donde, en una parcela de Viviendas Municipales junto a la vieja guardería de la BBK que ahora acoge la Opengela, se está culminando la instalación de un sistema urbano de drenaje sostenible (SUDS). Es una superficie de 220  metros cuadrados donde mostrar que hay alternativa al asfalto y al hormigón. 

El proyecto se llama «Otxarkoaga Auzo Green Factory», está cofinanciado por el Gobierno Vasco y consiste esencialmente en hacer un suelo permeable. Ya se ha utilizado en distintos puntos del planeta, pero por aquí, dice Arruza, no se estila. Se ha hecho lo siguiente: en la parcela de turno se retiró el hormigón y sobre el terreno se instaló, en primer lugar, una malla geotextil para darle uniformidad. Sobre ella se montó una capa de piezas fabricadas con plástico reciclado. Conforma una superficie con miles de celdas. A continuación se extiende por encima del árido, producto de reutilizar residuos industriales perfectamente inocuos. «Es un ejemplo de economía circular». Esa arena rellena y cubre las celdas. Y luego se pone  otra capa similar a la de abajo (la verde que se ve en las fotografías). A continuación, más arena. También se puede usar grava.

Grandes aparcamientos

El resultado final es una superficie compactada que filtra el agua de lluvia y, en parte, la retiene. Por debajo se instaló un sistema de canalización que conduce a un depósito subterráneo de 2.500 litros de capacidad. Ahí se puede almacenar el  líquido que luego se usaría, por ejemplo, para regar un jardín próximo.

Toda esta superficie se puede cubrir con grava de distintos grosores y, según aseguran en Bilbao Urban & Cities Design, sería una opción para sustituir el asfalto en zonas como los grandes aparcamientos de centros comerciales, en parques, aceras… También podría emplearse en los grandes paseos en vez de las baldosas. «Se trata de sustituir superficies impermeables por otras permeables», argumenta Xabier Arruza. Además, por esta superficie pueden circular coches porque es lo bastante resistente.

Como punto en contra tiene que, como es lógico, su coste es superior al del hormigón, sobre todo por la instalación. Y que las administraciones, hasta ahora, parecen ver más problemas que ventajas en este tipo de superficies en comparación con el imperturbable asfalto. En todo caso, la carrera por buscarle alternativas al gris, aunque sea en parte, está cada vez más abierta.